Una vez más se nos plantea la pregunta de siempre, ¿Es nuestro sistema educativo un sistema competente? Bien, pues en mi opinión no, no lo es.
Estamos condenados a pasar nuestros primeros 16 años de vida imitando a maquinas, impresoras y
papagayos que solo repiten lo que oyen, ya que en muy pocas ocasiones escuchamos. La educación
en nuestro país no es tratada como una verdadera inversión de futuro, ni como un derecho
fundamental de las personas. Actualmente se está convirtiendo en todo un logro y un reto para las
familias poder afrontar los gatos que suponen tener a uno o más hijos estudiando cualquier nivel,
infantil, primaria, ESO o estudios superiores.
Dejando a un lado el tema económico, fijemos nuestra atención en la manera de enseñar y aprender
en sí, éstas, por ejemplo, no tienen la calidad suficientes como para crear personas con un
pensamiento crítico de la realidad. La educación puede llegar a ser en muchos casos invasiva,
cuando nuestros niños entran en infantil, inconscientemente les estamos introduciendo en una
competición sin fin alguno, solo el de correr, correr y correr. Por eso recalco lo de invasiva, solo con
el hecho de hacer que un niño aprenda algo que no quiere aprender estamos invadiendo sus gustos y
su propio derecho a decidir. Claro está que no podemos dejar a los niños a su libre albedrío, pero
debería respetarse la libertad de ser niño, de aprender jugando, descubriendo cayéndose y
levantándose, porque es realmente así como se fomentan las distintas personalidades que mas tarde
serán el futuro de un país que vaya más allá de lo de siempre.
¡No queremos aprender repitiendo, queremos aprender y terminar sabiendo!